«ORGULLO. Como siempre, no había dudas !! Te lo mereces mas que nadie Amor!!!! Ahora dale volve a casa que te extrañamos Muuuucho!!!!»
No es habitual que Antonella Roccuzzo, esposa de Messi, cuelgue mensajes en sus redes sociales relacionadas con la profesión de su marido. Y es que a la consorte del mejor jugador del planeta no le gusta el fútbol. ¡Qué ironía!
«Vuelvo a casa, le digo que he marcado dos o tres goles y ni me escucha»
Imaginemos la escena. Messi hace un partidazo. Marca tres goles. Otro día en la oficina. Lo habitual. Se ducha, coge el coche y se va a casa. Entra por la puerta, deja las cosas y se va al salón donde están su mujer y sus hijos.
—¿Qué tal, Lío?
—Bien, bien, marqué tres goles, en uno de ellos gambeteé a medio equipo contrario y otro fue una falta por la escuadra.
—Oye, no te quites la ropa, que tenés que ir a comprar leche al súper… ¿Qué me decías de la escuadra?
—Nada, nada, Anto… la leche… ¿desnatada o semi?
A todos nos ha pasado que nuestra parienta no escuché muy atentamente nuestras batallitas del trabajo, ¿no? Nos ponemos a explicar una anécdota mientras ella, con la mirada perdida, piensa en sus cosas. Y al finalizar nuestro emotivo speech, la chica se arranca con un tema que no tiene nada que ver con lo que estábamos hablando. No es culpa de nadie, nos pongamos como nos pongamos, a nadie le interesa nuestro trabajo más que a nosotros mismos…
Lo que hace Antonella con el ‘trabajo’ de Messi no tiene nada de particular, pero a todo aficionado al fútbol nos resulta inaudito… Imaginaos que Leo entra en tu casa hablando del último partido que ha jugado. Le pones una alfombra roja y le escuchas con los ojos como platos. Pero Anto no es una aficionada al fútbol… conoció a Messi cuando solo era un niño y no lo ve como el mejor del mundo, sino como Lío, aquel chico de Rosario que ahora, eso sí, gana millones de euros con su trabajo.
Por todo ello, resulta más llamativo todavía que Antonella haya colgado ese mensaje en su cuenta de Instagram tras el 1-3 de Argentina a Ecuador… con tres goles de su marido. Anto sabe mejor que nadie lo que el 10 ha sufrido en los últimos años con la albiceleste: tres finales perdidas y muchas lágrimas. Lo que a cualquier jugador le parecería un triunfo, para Leo no significa nada.
Tal vez, en esta ocasión, cuando Messi llegó a casa, Anto le escuchó con un poco más de atención, pero a la hora de recordar el tercer gol:
—Agarré la pelota en tres cuartos, superé a un par de defensas y medio cayendo…
—Que sí Lío, que ya lo vi… Pero vete a por leche, que nos cierra el súper.